Lo recuerdo porque durante toda la noche, para mí, eran las 21:28 horas. Y es que mi celular cayó precipitadamente cuando un ser de otra galaxia me lo quitó, tratando de evitar que escuchara aquellas versiones que me siguen faltando, las que quedaron a medias y que quizás nunca escuche en la sobriedad.
21:28, la hora en que colgué mi teléfono móvil para platicar sobre mí, sobre lo que me hace falta, sobre lo que creo que es alguien, sobre lo que tal vez no es, sobre lo que yo imaginé.
21:28, la hora en que otro ser me regañaba cuando traté de que todo se diera lejos de ella, encerrado en mi auto, pidiéndole que me jurara por Dios que me decía la verdad, escuchándolo decir que por su salud lo haría, y poniendo atención a sus palabras que hoy vagamente recuerdo por mi cerebro intoxicado de tequila y humo de cigarro. Nublado, tal vez, por lo que siento, también.
21:28, la hora en que pedí perdón, en que me calmé y en que conté cosas que ocultaba para mí por miedo a la represión, como siempre he vivido.
21:28, la hora en que salí al balcón a buscar una respuesta, a reflexionar un poco, y a analizar mi sombra mientras jugaba con mis manos o tiraba alcohol a cuantos pasaban, confundiéndolo con la intensa lluvia que caía.
21:28, la hora en que un extraño me abrió la puerta de mi propia habitación rentada y la hora en que no volví a ver la luz artificial del foco.
21:28, la hora en que desperté.
Qué bonito es cuando el tiempo se detiene un instante. Cuántas cosas suceden en tan poco tiempo. Qué triste es recordar qué lo provocó. Más triste es saber que no tiene una solución inmediata...
21:28, la hora en que colgué mi teléfono móvil para platicar sobre mí, sobre lo que me hace falta, sobre lo que creo que es alguien, sobre lo que tal vez no es, sobre lo que yo imaginé.
21:28, la hora en que otro ser me regañaba cuando traté de que todo se diera lejos de ella, encerrado en mi auto, pidiéndole que me jurara por Dios que me decía la verdad, escuchándolo decir que por su salud lo haría, y poniendo atención a sus palabras que hoy vagamente recuerdo por mi cerebro intoxicado de tequila y humo de cigarro. Nublado, tal vez, por lo que siento, también.
21:28, la hora en que pedí perdón, en que me calmé y en que conté cosas que ocultaba para mí por miedo a la represión, como siempre he vivido.
21:28, la hora en que salí al balcón a buscar una respuesta, a reflexionar un poco, y a analizar mi sombra mientras jugaba con mis manos o tiraba alcohol a cuantos pasaban, confundiéndolo con la intensa lluvia que caía.
21:28, la hora en que un extraño me abrió la puerta de mi propia habitación rentada y la hora en que no volví a ver la luz artificial del foco.
21:28, la hora en que desperté.
Qué bonito es cuando el tiempo se detiene un instante. Cuántas cosas suceden en tan poco tiempo. Qué triste es recordar qué lo provocó. Más triste es saber que no tiene una solución inmediata...




1 comentarios:
siempre puede ser la 21:28, todo es cuestión de perspectiva.
te quiero, animalito. y ahí estaré para seguirte regañando cuando sea necesario
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