Forgive and Forget

Ésta semana que termina fue una de las más raras de mi vida que me llegan a reflexionar sobre dos eventos:

PERDONAR.

El perdón de palabra es una realidad que e practica constantemente. Con las personas que me duelen no puedo pasar ni dos días y ya ando atrás como perrito pidiendo perdón. ¿No es el perdón sino un análisis comparativo de los errores cometidos por uno con los de otro? Así es como lo veo yo. Aunque hay veces que el perdón está de más o que el perdón sea lo de menos. Cuando el perdón es lo de menos, lo de más es que se modifique algo en el tiempo y en el espacio para enmendar los errores.

Y del perdón al olvido hay pasos gigantes.

OLVIDAR.

¿Realmente olvidamos? O solamente nos hacemos tontos y decimos que olvidamos. Yo soy de esas personas. En mi vida he intentado deshacerme de muchos recuerdos: de mi infancia, de mi adolescencias, fechas muy específicas, hechos muy relevantes, personas... Realmente no creo haberlas olvidado. Mentiría si dijera que ya ni me afectan. Tal vez las más alejadas, las que se justifican con la edad, aquellos errores que cometimos por ignorancia o por un momento. Sin embargo, aquellas que sucedieron hace poco, que marcaron un momento en mi vida, que fueron muy profundas, intencionales o irresponsables, esas jamás han salido de mi mente.

¿Que vivo en el pasado? Si. Pero yo soy gracias a ello.


Dos palabras que parecen ir de la mano todo el tiempo. Y con el tiempo, la reflexión y la constancia se enmienda aquello que hay que perdonar y que hay que olvidar.

Perdonar y olvidar. Olvidar y perdonar. ¿Qué va primero? ¿Estamos capacitados para otorgar perdón? Ésta semana lejos de olvidar, recordé; y lejos de perdonar, ando haciendo un balance. Me pregunto cómo acabará esta historia.